Starbucks en Seattle

Si seguía intentado resistirme iba a darme un ataque al corazón, y eso que en mí era imposible. Dejé que me devolviera a la posición que no tenía que haber dejado y volví a dejar que mis gemidos se escondieran tras su cuello. Mi mano se coló por su camiseta, arañando su espalda. Estaba fuera de mí. Puse mi mano tras la suya, pidiéndole con eso que hiciera cada movimiento más intenso, que no me dejara parar. "Ethan... Sigue... " susurré desesperada entre jadeos.

Tenía miedo de que volviera apartarse, porque ya empezaba a dudar de mi capacidad para convencerla de que se olvidara del resto, pero cuando escuché aquellas dos palabras, y noté su mano, dirigiendo mis movimientos. Hice lo que su mano me mandaba, continué con mi juego intensamente, volviéndome loco. Haber conseguido esto... - Me vuelves loco... - susurré perdiendome en sus gemidos, tan sólo audibles para mí.

Mis caderas le buscaban, cada parte de mí le deseaba. Deseaba eso. Notaba como me acercaba cada vez más al máximo, no cabía en mí más placer del que me estaba haciendo sentir. Escuché lo que decía, saber que le excitaba verme así hacía que fuera aún más difícil no dejarme llevar. Quería demostrarle todo lo que me estaba haciendo sentir con su juego. Subí mi labios a su oído y dejé que mi lengua jugara con su lóbulo. "Tú sí que me vuelves loca... " contesté intentando que sólo él pudiera oir mis palabras

Noté como su excitación crecía más y más, haciendo que la mia creciera aún más. Notar lo que ella hacía me provocaba aún más, mi mano no dejaba de jugar. Estaba totalmente fuera de mi, no habría imaginado que una tarde normal acabara así. Pesar en que estábamos haciendo eso delante de toda aquella gente, en aquel café. Me alegraba de no haber tenido que parar, porque dudaba que esa situación se volviera a repetir, y estaba aprovechándola al máximo.

Cada detalle de la situación era de lo más excitante. Había conseguido que me olvidara de todo, que sólo buscara llegar a lo que deseaba. Mi lengua dejó de jugar para hacerle escuchar el descontrol de mi respiración, que escuchara como mis gemidos eran cada vez más rápidos, que notara como estaba a punto de estallar de placer. "Ethan... Ahora... " susurré a la vez que presionaba mi mano contra la suya haciéndome llegar al clímax.

Escuchas las muestras de su placer me estaba volviendo loco, mi corazón estaba completamente acelerado debido a lo excitante que era la situación. Escuché sus palabras a la vez que notaba la presión de su mano sobre la mia. Mi respiración se había descontrolado por el ansia, porque el momento me estaba volviendo loco. - Madre mia... Alice... - susurré mientras mi mano se alejaba del lugar en el que se había escondido. Eché un vistazo rápido para comprobar que nuestro juego había pasado desapercibido, y me alegré de que así hubiese sido. Volví de nuevo la mirada a ella, con una amplia sonrisa - ¿Otro café? - pregunté divertido.

Aún no podía ni respirar, pero notaba como mis sentido de nuevo volvían a mí. Notaba el corazón de Ethan latiendo agitado contra mi pecho, su voz igual de excitada que la mía. Dejé mi cabeza apoyada sobre su hombro, escondida de nuevo en su cuello. Tenía los ojos cerrados intentando volver a la realidad, empezando a ser consciente de lo que acabábamos de hacer. "Ethan... ", es lo único que conseguí articular en un murmullo mientras que la mano que arañaba su espalda empezaba a convertirse en un perezoso abrazo. Escuché lo que dijo y una leve risa escapó de mis labios. "Por lo que veo, tienes ganas de más..." bromeé aún apoyada sobre él.

Escuché mi nombre de entre sus labios, me volvía loco. Me encantaba verla así, me encantaba conseguir eso de ella, hacer que se olvidara del mundo, que sólo pensara en mi y en lo que hacíamos. Su respuesta a mi broma me hizo sonreir - Contigo... Siempre tengo ganas de más.. - susurré, acariciando su espalda con la mano libre, estrachándola contra mi, sintiendo como su pecho aún subía y bajaba agitadamente. Noté como su mano dejaba de arañarme, pero no dejaba su posición, me gustaba tenerla ahí, y que ella estuviera tan cerca de mi, porque era lo único que necesitaba.

No podía imaginar hasta qué punto siempre quería yo más, podía conseguirlo todo, porque con nada hacía que mi razón se perdiera. "Me encanta que se así... " contesté acariciando su espalda al notar que él hacía lo mismo. Me acerqué lo más que pude a él, guiado por su mano. Me gustaba mucho estar así, que me estrechara contra él, que me envolviera con su cuerpo. Hacía que me sintiera extrañamente protegida. Con él sentía un tipo de seguridad que ningún tipo de super fuerza te puede dar. La seguridad de que a su lado todo marcharía siempre bien.

Sentí como ella se acercaba más a mi, acomodandose en mi pecho - Me encanta que seas así - dije mientras mi brazo la apretaba aún más. Tenerla cerca era lo único que quería, saber que ella estaba allí y que no iba a marcharse, que se iba a quedar conmigo, aunque yo no supiera el motivo de esa decisión. Besé con dulzura su pelo, dejándo que su olor me inundara, perdiéndome con ella, sin necesitar nada más.

Subí la mirada sin dejar de apoyarme sobre su pecho, lo suficiente para pasar la punta de mi nariz por su cuello y acariciarlo de manera cariñosa. Dí un suave beso al surco que había dejado mi fría piel y volví a descansar sobre él. "Te quiero mucho mi niño..." contesté dejando escapar un suspiro. "Tú haces que sea así... y espero que no dejes que esto cambie nunca... " añadí apretando su abrazo contra él.

Noté el roce de su piel contra mi cuello, mi cuerpo estuvo a punto de estremecerse, pero traté de contenerlo para que el momento no se estropeara. - Yo tambien te quiero mucho - Respondía acariciando su cuerpo despacio. Tener las manos atadas empezaba a molestarme, no podía abrazarla tal y como deseaba, así que empecé a desatarnos, con bastante esfuerzo. - No quiero que cambie nunca... - dije respirando profundamente, encantado de pode notar la fuerza de su abrazo, de sentirla junto a mi, deseando que no se alejara nunca.

Sus manos enredaban con impaciencia el cinturón que aún nos mantenía atados. La verdad es que me apetecía sentir sus brazos rodeándome por completo, apartándome del mundo al que siempre permanecíamos ajenos. No pude evitar que una risita se me escapara al ver que no conseguía desatar lo que había hecho. Me separé un poco de él, lo justo para poder ayudarle. "Más vale maña que fuerza..." comenté mientras deshacía el nudo que liberaba nuestras muñecas

Escuché su risa, mi orgullo hizo que mis manos intentaran desatarlo más deprisa, consiguiendo peores resultados que antes. Al notar sus manos desatando del nudo lo di por perdido y dejé que ella hiciera todo el trabajo. - Es que yo tengo mucha fuerza - dije alzando el brazo y marcando músculo - Pero tambien tengo maña... - añadí mientras la abrazaba con dulzura, estrechándola entre mis brazos. Llevaba un buen rato deseando poder abrazarla así, sintiendola totalmente junto a mi, pegándola a mi todo lo posible, olvidándome del resto del mundo, olvidándome de todo, dejando que sólo existieramos nosotros dos.

Observé cada movimiento con una sonrisa boba dibujada en mi cara. Me encantaba cada más mínimo detalle de su forma de ser. Reí divertida al ver como marcaba músculo y subí mi mano hasta su brazo para tocarlo. "Uff... ¡Qué músculo! ¿Esto puede ser natural?" comenté remarcando cada palabra de manera muy expresiva. Me abaniqué de manera exagerada con mi mano para dar más énfasis a mis palabras, pero de nuevo las risitas se me escaparon. Luego sus brazos avanzaron libres por mi cintura, y entonces volví a olvidarlo todo. Dejé que me estrechara contra su pecho mientras inspiraba profundamente. "Me encanta tu maña... Me quedaría así para siempre"

Reí divertido al ver el teatro que hacía al ver mi músculo, me encantaba reirme así con ella, disfrutaba cada momento al máximo, y no quería que eso cambiara nunca. Seguí estrechándola entre mis brazos, acariciando su pelo con suavidad - No quiero que te muevas nunca - susurré junto a su oído.- Aunque... mejor pensado... - añadí divertido mientras tumbaba su cuerpo en el sofá, tumbándome con cuidado sobre ella - ¿Así estamos mejor, no? - pregunté divertido. Dejé mi boca muy cerca de la suya con una sonrisa divertida en mis labios, me encantaba rozar el límite con ella cada segundo... y sobrepasarlo cada vez que podía.

Escuché su risa tan atontada como siempre. Era el mejor sonido que podía oir. Dejé que me tumbara sobre el sofá, como siempre olvidándome por momentos de que no era lo más indicado. Su boca se quedó a unos centímetros de la mía haciendo que su aliento pudiera mezclarse con el mío. Haciéndome desear acortar esa escasa distancia. "Sin duda... esta posición es infinitamente mejor..." comenté igual de divertida que él. Hice el gesto de morder sus labios de manera divertida y volví a reposar la cabeza sobre el sofá. "Demasiado mejor..."

Me encantó que ella no me apartara, que se olvidara de mi tanto como yo. Sentí su mordisco en mis labios y sonreí - Mi vampirita... - susurré divertido. Escuché todo lo que decía y sonreí con picardía - Nunca es demasiado - contesté con un tono entre picardía y misterio. Mis labios se acercaron muy despacio a los suyos, posandolos con suavida y volviendo a separarse. Repetí esos besos cortos varias veces, volví a separarme a esa escasa distancia que había entre nosotros al principio - ¿Demasiado? - pregunté con una sonrisa.

"Tu vampirita..." repetí divertida. Escuché lo que decía y devolví su sonrisa de la misma manera pícara. Apenas me había dado cuenta de hacerlo, pero no lo podía evitar teniéndole tan cerca. Respondí a sus besos deseando alargar cada uno. Quería hacer míos sus labios, y que él jugara con los míos igual. Noté que se separaban de nuevo e intenté no seguirlos, aunque me costaba separarme de ellos. Escuché lo que dijo y esa sonrisa pícara volvió a recorrer mi rostro, pero no era el momento. "Ethan... Sé bueno..." contesté intentando hacer desaparecer esa sonrisa de mí.

- Soy muy bueno - susurré en un tono seductor, pretendiendo que ella olvidara sus reticencias. Mi boca se acercó de nuevo a la suya, pero esta vez atrapé su labio inferior entre los mios, llevandomelo conmigo antes de soltarlo - Muy bueno... - dije en un tono prácticamente inauldible. Volví a acercarme a ella, esta vez para besarla sensualmente, ya no podía quedarme en besos tontos, no podía resistirme a ella, necesitaba besarla y disfrutar cada segundo de ese beso, que deseaba que fuera eterno.

Sus palabras me llegaban, pero sus labios me perdían. Su boca mordiendo la mía hacía que tuviera más ganas de saborear cada centímetro de esos labios que me tenían loca. Mi mano subió hasta enredarse en su pelo haciendo que no se separara de mí. Sus besos apenas habían subido el ritmo si se comparaban con las ganas de jugar que tenían los míos. Sabía que tenía que parar, pero por más que mi mente me lo repetía, mi lengua jugaba con más ganas, buscando incansable la suya.

Disfruté de sus besos insaciables, dejando que nuestras lenguas jugaran sin cesar. Su mano en mi pelo provocó que la mía se desatara y se colara por su camiseta para posarse en su cintura. Ella conseguía que me olvidara de todo, del ruido a nuestro alrededor, de las miradas que nos observaban ante tal espectáculo. Mi mano comenzó a subir por su cuerpo, pero una voz en mi cabeza no dejaba de decirme que tenía que parar, que no podíamos hacer eso allí. Separé nuestros labios y cerré los ojos apoyando mi frente en la suya - No me lo puedo creer... - susurré molesto conmigo mismo, cómo podía dejar de besar sus labios sólo porque el resto del mundo podía vernos, pero estaba claro que nuestros juegos debían acabar ahí o terminarían arrestándonos por escándalo público.

A medida que su mano subía por mi cintura mi excitación crecía. Quería más. Dejé que la mano que tenía libre se colara por su camiseta como había hecho él y esta empezó a subir por su espalda, arañando con deseo todo lo que tocaba. De pronto sus labios me faltaron. Fruncí levemente el ceño, yo no quería parar, entonces recordé por qué teníamos que dejar lo que estábamos haciendo. Suspiré intentando tranquilizarme. Miré a nuestro alrededor, todo el mundo nos miraba y los dependientes estaban bastante malhumorados. "¿Qué no puedes creer?" pregunté al escuchar lo que decía.

Noté como su mano se colaba por mi espalda y comenzaba a arañarme, su excitación me volvía loco, pero sabía que teníamos que parar, ambos lo sabíamos, aunque no resultaba nada fácil. Escuché su pregunta - No me puedo creer que justo ahora me haya dado por pensar en las consecuencias de lo que hacemos - contesté intentando sonar divertido, aunque por dentro me costaba hacer caso a mi sentido común. Me quité de encima de ella, intentando no apartar la mirada de su rostro, no quería ver a toda esa gente por la que tenía que dejar de disfrutar del cuerpo de Alice. Volví a sentarme en el sofá, como las personas normales - ¿Cuándo has introducido en mi cabeza el chip de la decencia? - pregunté divertido.

Eché a reir cuando terminó su frase. Me incorporé junto a él sentándome a su lado. El café que había encima de la mesa estaba ya más que frío. Rodeé el vaso con mis manos intentando concentrarme en otra cosa que no fuera su cuerpo. Noté que su mirada seguía clavada en mí, pero sabía que en el momento en el que se la devolviera, mis labios le desearían de nuevo sin control. Escuché que bromeaba y sonreí. ¿Cuándo le había puesto yo eso en la cabeza? "Es que andabas despistado... ¡Me fue muy fácil ponértelo!" contesté entre risas volviendo la mirada al fin hacia él.